"Si luchas, puedes perder. Si no luchas, estás perdido".


domingo, 27 de febrero de 2022

EL ACCIONARIADO

 Así funciona el mundo:

Si un país invade a otro país, si ejerce cualquier tipo de acción belicosa contra él, debería ser bloqueado y, por ende, aislado económicamente del resto del mundo. Se han de ejecutar, por tanto, duras acciones económicas contra el país invasor.

Sin embargo, hacerlo tendrá repercusiones negativas contra las economías de los países sancionadores, ya que nos encontramos en un mundo económicamente interdependiente: la globalización. Así, por ejemplo España, y Europa en general, compra mucho petróleo y gas a Rusia, vende gran diversidad de productos a Rusia, y tiene empresas que hacen negocios en Rusia.

Estas repercusiones negativas en la economía de los países sancionadores serían fácilmente compensadas, repito: fácilmente compensadas, si los Estados, en situaciones de crisis como estas, que no afectan a Rusia y a Ucrania únicamente, sino a todos, intervinieran en el sector privado para paliar los efectos de la crisis repartiendo los ingresos de las organizaciones y fortunas que más beneficios obtienen, a través de fuertes subidas de impuestos y de control de los precios. Sería algo así como pedir (o exigir) a los tenedores de capital privado que arrimen el hombro, decirles que cuando las cosas van bien no pasa nada pero que cuando van mal tienen que ayudar a la sociedad que compra sus productos y servicios, repartiendo parte de sus beneficios en esa sociedad, y, por tanto, disminuyendo sus beneficios durante el periodo de crisis.

Esto ya de por sí es difícil. No, no es fácil imaginar a grandes empresarios y fortunas queriendo colaborar. Pero, sí que podríamos pensar que si la situación fuera muy complicada para todos  y el legislador se pusiera en su sitio, los magnates del mundo acabarían cediendo. Total, ya son multimillonarios, qué más les dará ganar menos millones, o incluso perder unos cuantos. ¡Si ya tienen dinero para muchas vidas!

Pues no, porque el mundo en el que vivimos es más complejo que eso. Resulta que las grandes empresas (las grandes tenedoras de capital) obtienen beneficios millonarios gracias a su capacidad de conseguir inversión. Gracias a los accionistas. Esta figura, el accionariado, es más compleja que la clásica figura del burgués capitalista con un sombrero que tiene el signo del dólar dibujado y que está fumando un puro. Un accionista puede ser tu vecino, tu amigo, tu padre. Un accionista suele ser una persona con dinero, sí, pero no tiene por qué ser tan rico, y mucho menos millonario. Puede ser una persona de clase media alta, o una persona de clase media media con unos ahorrillos. Y este personaje, el accionista, es una persona que ha metido su dinero en una entidad para verlo crecer y crecer y crecer. Lo que más que pueda crecer. Y si una empresa empieza a perder beneficios, o incluso solamente con que gane menos beneficios que el año anterior, el accionista ¡huye despavorido!, tomando su dinero y llevándoselo a otra empresa, o a otro país que no legisle en contra de sus acciones. Lo que pone en jaque al magnate empresario, que no quiere ver como su empresa desaparece, lo que ata de pies y manos al legislador, que no quiere provocar una fuga de capitales que signifique la pérdida de montones de empleos. Es así que, posiblemente, la figura del accionariado sea el eslabón más importante de la cadena.

Y este es el mundo que hemos creado y en el que vivimos. Un mundo cruelmente insolidario y competitivo, en el que ganar dinero, en el que seguir ganando dinero, está por encima de las muchas vidas humanas que se pueda llevar una guerra. Y quizá, pienso que quizá, para cambiar este mundo, no solo haya que poner el foco en el político y en el empresario (que también), sino en el vecino, en el amigo, en el padre. Para decirles que lo más importante, lo más más importante en el mundo, nunca debería ser el dinero, sino el amor.