"Si luchas, puedes perder. Si no luchas, estás perdido".


domingo, 18 de julio de 2021

A AMANCIO ORTEGA LE IMPORTA UNA MIERDA TU FELICIDAD

 El 5 de julio salió a la venta mi libro, "La dictadura de la felicidad".


Pero no he venido a hablar de mi libro.


Casi.


He venido a hablar de otro tipo de dictadura que padecemos todos, en mayor o menor medida, y que por supuesto afecta a nuestra salud mental y emocional. A nuestra felicidad.


La dictadura del capital.


Porque, si a estas alturas todavía crees que vives en una democracia, siento decirte que NO.


Ni de coña.


Si nos vamos a la definición de la palabra "democracia" según la RAE: "Sistema político en el cual la soberanía reside en el pueblo, que la ejerce directamente o por medio de representantes".


Si después de leer esta definición sigues pensando que vivimos en una democracia, je, tiene gracia.


Porque puede que nuestro sistema de gobierno esté basado en una democracia, pero, por cómo se han ido haciendo las cosas a nivel económico desde los años 70-80, la esencia de la democracia se ha perdido tanto que ya, in fact, no podemos hablar de una democracia que se aplique de forma consecuente con los principios democráticos.


Cuando se liberaron los mercados, es decir, cuando los mercados empezaron a emanciparse de las legislaciones de los estados democráticos, la democracia se arruinó, pues cuando bancos, grupos de inversión y multinacionales comenzaron a poder actuar libremente, los intereses que empezaron a dominar el mundo fueron los de estas entidades y no los del pueblo.


Entidades que, además, en la práctica tienen la capacidad de ejercer una influencia mucho mayor que cualquier ciudadano o colectivo de ciudadanos sobre las legislaciones que nos afectan a todos.


Entonces, si los mercados pueden hacer y deshacer a su antojo, independientemente de las elecciones de los ciudadanos, y pueden influir más en las leyes que se creen y apliquen que cualquier ciudadano, ¿en qué posición queda la democracia? ¿En qué posición quedamos nosotros, ciudadanos, pueblo?


En ninguna. No hay democracia, ya solo hay capitalismo. No hay ciudadanos, solo somos productores y consumidores. No importan nuestros derechos, necesidades ni intereses cuando estas se alejan de la cadena mercantil de producción-consumo. Solo importa que produzcas y consumas.


"A Amancio Ortega no le importa que te sientas feliz; 

lo que quiere es que le compres. 

A Donald Trump no le importa que te sientas feliz; 

lo que quiere es que lo votes. 

A J. P. Morgan Chase no le importa que te sientas feliz;

lo que quiere es que inviertas en él".

La dictadura de la felicidad.


Aquí es donde casan la dictadura del capital con la dictadura de la felicidad. Si tan necesario es que consumas para que se venda y se siga satisfaciendo la producción, los mercados (que son los que mayor capacidad de influencia tienen sobre nuestra forma de vivir en tanto en cuanto mayores posibilidades de hacer y deshacer y de influir en las leyes, y a los que además solo les interesa tu capacidad de producir y consumir) crean, mantienen y refuerza un modelo de vida en el que la prioridad no es ser feliz sino que produzcas y consumas.


Pero, como la motivación del ser humano no es la de producir y consumir, sino la ser feliz, van a hacerte creer que lo que necesitas para ser feliz es producir y consumir. Y cada vez producir más. Y cada vez consumir más. Y cada vez producir más y más. Y cada vez consumir más y más. Y...


Y ante tanta imposición para ser feliz, la felicidad se convierte en una puta dictadura. Una puta dictadura para mantener la dictadura más puta de todas: la del capital.


Por suerte o por desgracia, debido a los avances tecnológicos y a las, cada vez, más amplias desigualdades económicas, la mayoría de los ciudadanos dejaremos de ser imprescindibles para los mercados muy pronto (de hecho, ya está pasando). Así que, a los mercados no solo les importará una mierda tu felicidad. También que sigas vivo.


Puedes informarte más acerca de mi libro aquí. Y puedes comprarlo. Si quieres. Y si no quieres, que le den por culo, no lo compres.


Porque, al final, no saldremos de esta dictadura por oposición... sino por emancipación. Suerte y un abrazo.

domingo, 24 de enero de 2021

LA RUEDA DEL HÁMSTER



Hace poco fui a preguntar al banco para la hipoteca de una vivienda y... Se me quitaron las ganas de ir a preguntar más.


Entre intereses, impuestos, comisiones, pagos a notaría, seguros... Te vuelves loco solo con pensar en todo el dinero que se te va. Y la opción del alquiler no es mejor. Digamos que con la compra de una vivienda te la meten de golpe y con el alquiler más poquito a poco. Pero al final es lo mismo: acabas jodido igualmente.


No sé si os acordáis los de mi generación. Yo soy del 80. En aquella época mis abuelos le regalaron la casa a mi madre, a tocateja la compraron. Un millón y pico de pesetas solamente costó. Ojo, que un millón y pico en aquella época era un dinero. Pero nada nada que ver con lo de ahora. De hecho, mis abuelos no eran adinerados, solo trabajadores y ahorradores, y pudieron regalarle la casa a mi madre y a sus dos hermanas. Insisto, no es que tuvieran mucho dinero sino que, simplemente, antes, se podían hacer esas cosas.


A mediados de los 90´s empezó a complicarse el tema. Subió el precio de la vivienda. Subió y subió, y siguió subiendo, y lo asumimos, sin más. Total, había mucho trabajo, apareció internet. Y también subieron los sueldos. El problema es que no solo subió la vivienda, también la luz, los alquileres, los cafés. Sobre todo a partir de la llegada del euro, el precio de la vida subió mucho. Y los sueldos también subieron, sí. Pero no al mismo ritmo. Solo hay que hacer memoria para saber esto.


Sin embargo, no fue mal el asunto, ¿verdad? Hoy, tenemos un montón de cosas, así que no nos podemos quejar. Al menos, los que tenemos trabajo. La clase trabajadora de hoy día tiene casa (ya sea en propiedad o en alquiler), tiene mucha ropa, tiene móviles y ordenadores, tiene Netflix, tiene la nevera llena y todavía hay quienes tienen la suerte de que les sobre dinerito para alguna juerga los fines de semana y un viajecito o dos al año. No está nada mal. El sistema funciona.


Eso sí... también tenemos estrés. Mucho estrés. Otra diferencia sustancial con los tiempos de antaño es que los trastornos de ansiedad y depresión han aumentado. Bastante. La OMS estima que, en 2020, la depresión ha pasado del quinto puesto en el ranking mundial de enfermedades que causan muerte y discapacidad, al segundo lugar.* Según el INE, más del 60% de los españoles sufre algún tipo de estrés en el entorno laboral, siendo clave en su salud general, psicológica y física.** 


Trabajamos mucho y muy deprisa, comemos peor porque no tenemos tiempo para cocinar, dormimos peor porque cuesta desacelerar el ritmo. Y si comes peor y duermes peor no es irrisorio pensar que enfermas más. Sin embargo, la esperanza de vida aumenta (en los países ricos, claros), así que, ¡esto sigue funcionando!


La esperanza de vida aumenta gracias a los avances tecnológicos y de la medicina. Vivimos (o duramos) más. Pero, ¿con más salud?


Otra cosa que ha cambiado son las relaciones. Sí, ahora estamos más conectados que nunca, pero, quizá seas padre o madre y te gustaría pasar más tiempo con tus hijos, y no puedes. O hijo, y te gustaría visitar más a tus padres. "No puedo, mamá, el trabajo". ¿Os suena? El 39,8% de las personas mayores de 65 años presentan soledad emocional.***


Frente a los cambios económicos que hemos tenido en las últimas décadas y que, como vemos, tienen un impacto positivo y negativo en nuestro estilo de vida, salud y relaciones, hay personas que optan por querer salirse de la "rueda del hámster". Lo puedes llamar de muchas maneras: decrecimiento, economía de desarrollo sostenible, consumo consciente o irte a vivir al campo. La idea al final es simple: tener menos. Si necesitamos tener menos cosas, podremos trabajar menos (y tener más tiempo de vida para nosotros), y, de paso, como consumiremos menos necesitaremos explotar menos, por lo que le estaremos echando una mano al planeta (que no le viene nada mal).


Sin embargo, el Sistema ya había pensado en esto. El Sistema, un día, se dijo algo como: "Va a llegar un momento en el que haya gente que no quiera tantas cosas y van a tratar de trabajar menos y consumir menos. Y eso no es bueno para mí". Y se inventó la solución: si tenemos que trabajar mucho para pagar, a un alto coste (no solo económico, como hemos visto, también personal), las cosas esenciales de la vida (vivienda, luz, agua, comida, internet, educación, salud...), todos somos hámsters atados a la puta rueda de rodar y rodar.


El Sistema nos tiene atrapados. Exprimiendo cada gota de nuestro sudor.


Pero, ¿quiénes conforman ese "malvado" sistema? ¿Poderes en la sombra? ¿Los masones? ¿Extraterrestres disfrazados de humanos? No, no hace falta usar tanto la imaginación.


El Sistema lo conformamos todos, porque todos formamos parte de la cadena de producción y consumo. Aunque, dentro de esa cadena, quienes más tienen para producir, mayor capacidad también para decidir sobre los costes y los beneficios en la cadena (en la vida... en tu vida). Exactamente, hablo de los mercados. Hablo del puto banquero que se inventa intereses y comisiones para ponerte la hipoteca por las nubes. O del empresario que decide cuánto del valor de riqueza que tú produces con tu esfuerzo te quedas tú y cuánto él. O del corredor de Bolsa de Wall Street que compra barato y te lo vende muy caro.


¿Y por qué hacen eso? ¿Son malas personas? ¿Todos forman parte de un plan para obtener cada vez más poder y dominar el mundo o simplemente se trata de mentes sádicas que disfrutan con el sufrimiento ajeno? De nuevo, exceso de imaginación. La respuesta es más simple:


En 1965, los directores generales ganaban 20 veces lo que los trabajadores de base. En 2013 ganaban 296 veces esa cantidad. De 1973 a 2013, los salarios aumentaron solo un 9%; la productividad un 74%. Es decir, los trabajadores han estado produciendo mucho más de lo que reciben de sus empleadores.****


Explotación laboral encubierta. Esclavitud sumergida.


Tienes casa, tienes móvil y tienes Netflix. Al cambio, no tienes tiempo para jugar con tus hijos o visitar a tus padres porque has de trabajar mucho para pagar todas esas cosas... y para pagarle el yate al banquero, el caddie al empresario, la coca y las putas al corredor de Bolsa.


Trabajas mucho para tener muchas cosas y que otros (unos pocos) puedan tener mucho más. Este es el Sistema.


Quizá, lo más sorprendente de todo (y lo que a mí me toca más las pelotas) es que no parece que necesitemos tantas cosas para ser felices. La psicología (para quien no lo sepa, una ciencia) ha estudiado la relación entre dinero y felicidad y no ha encontrado un correspondencia clara y directa. Concretamente, la teoría conocida como la Paradoja de Easterlin postula que, a partir de unos ingresos moderados, aumentar el nivel de ingresos no hace a las personas más felices.*****


Entonces, ¿por qué si el banquero no es más feliz con un yate de lo que puede serlo una persona normal y corriente tumbada en la playa tomando el sol, el primero jode al segundo con intereses abusivos? Muy sencillo. Porque el banquero no será más feliz, pero él no lo sabe.


Nos hemos criado en una cultura hedonista en la que el dogma dominante es tener más para ser más feliz y, sin embargo, el que no es infeliz porque es pobre lo es porque come mal, duerme peor y tiene ansiedad y depresión.


La línea de pensamiento del decrecimiento, las teorías de desarrollo sostenible, el consumo ético y consciente o el cómoloqueráisllamar, yo lo llamaré El Cambio producir menos - consumir menos, no sirve solo para frenar la explotación ilimitada de un planeta con recursos limitados (basar la economía en este modelo es lo mismo que organizar las rutas marítimas creyendo todavía que La Tierra es plana), ni solo para salvar a la humanidad del cambio climático ni solo para erradicar la pobreza y superar las desigualdades socioeconómicas globales fruto de la acumulación de riqueza de las élites que tienen el control de la producción y le ponen coste a la vida. El cambio es para ti. Para mí. Para nosotros, hijos y padres de la clase media trabajadora. Para ser felices. Para vivir mejor ahora y los años que nos queden de vida.


Pero, aunque la toma de consciencia y la responsabilidad individual no son solo importantes, sino necesarias, también son insuficientes. Porque el Sistema, como ha demostrado a través de la Historia, siempre encontrará la manera de que no salgamos de la rueda y así seguir exprimiéndonos.


Por ello, hemos de ser capaces de construir un nuevo modelo social, político y económico global en el que no existan clases, en que todas las personas tengan unos ingresos medios. No en el que todos tengamos lo mismo, por supuesto que ha de haber diferencias. Pero estas han de ser moderadas y controladas. Acabar con las millones de muertes por falta de recursos cuando hay recursos para todos, superar la vida de subsistencia y mejorar nuestra salud y bienestar pasa por ponerle límite a la ambición humana y depredadora que nos está devorando desde dentro.


En definitiva, si queremos construir un mudo más humano, justo, feliz y con futuro no basta con salirse de la rueda. Hay que quemar la rueda.


Y matar al puto banquero.


Fuentes:

https://es.wikipedia.org/wiki/Depresi%C3%B3n

** https://www.europapress.es/chance/lifestyle/noticia-mas-60-espanoles-sufren-estres-estar-conectados-24-horas-sentirse-viejenial-20181016081229.html

*** http://www.copmadrid.org/wp/la-soledad-no-deseada-en-los-mayores-un-problema-de-todos/

**** https://www.climaterra.org/post/el-plan-radical-para-salvar-el-planeta-trabajando-menos

***** https://es.wikipedia.org/wiki/Paradoja_de_Easterlin