"Si luchas, puedes perder. Si no luchas, estás perdido".


domingo, 3 de abril de 2022

EL MEJOR INTERLOCUTOR POSIBLE



Mucho le está cayendo al Gobierno de coalición desde que gobierna, y solo lleva poco más de dos años. Que si una pandemia, que si un volcán, que si ahora una guerra... Y, por supuesto, palos y más palos desde una oposición cada vez más extremista, y también por parte de una población ya agotada de tantas crisis.


Sin embargo, yo que tanto he criticado a los políticos, hoy me toca defenderlos. Y es que, independientemente de lo mejor o peor que esté gestionando estas crisis el gobierno de Pedro Sánchez, lo cual es muy discutible (es decir, perderíamos muchas horas discutiendo sobre ello), hay un hecho trascendental que ha ocurrido hace solo unos días y del que se está hablando muy poco: España y Portugal lograron un acuerdo en el Consejo Europeo para poder plantear medidas particulares con las que reducir los precios de la energía. Y, poco después, han propuesto a Bruselas topar el precio del gas en 30 euros para abaratar la luz. 


No nos olvidemos de esto. Sobre todo, a la hora de votar, no nos olvidemos de esto porque es muy muy importante.


No nos olvidemos de que las eléctricas tienen beneficios millonarios.


No nos olvidemos de que la medida planteada por este gobierno es claramente intervencionista sobre el mercado.


No nos olvidemos de que es una medida orientada a quitarle poder a las compañías energéticas y proteger al ciudadano.


No nos olvidemos que los gobiernos liberales de derechas estas cosas no las hacen, no las tocan, porque para ellos la libertad de mercado es sagrada. Da igual cuánto abuso se cometa en nombre de esa libertad de mercado.


Y no nos olvidemos porque, al fin y al cabo, este gobierno no será perfecto, ninguno lo es, y habrá cometido errores y los seguirá cometiendo, pero a estas alturas, sabiendo cómo funcionan las cosas, conociendo que las decisiones políticas están muy limitadas por el poder financiero, es estúpido exigir a los políticos que nos salven. Ellos no pueden salvarnos. Solo nosotros podemos salvarnos a nosotros mismos. Si queremos sobrevivir a esta crisis y a otras peores que van a venir luego, solo nos queda organizarnos como sociedad civil, agruparnos como trabajadores, como consumidores, como ecologistas... frente a las organizaciones. Y esperar que en medio, entre unos y otros, esté el mejor interlocutor posible para nuestros intereses.


Y recuerda que un gobierno que toma medidas como estas frente a las eléctricas es, sin duda, aunque no sea perfecto, el mejor interlocutor posible.


No nos echemos piedras contra nuestro propio tejado. Esto no va de estar contra la clase política. Esto va de reagruparnos y construir juntos, con los políticos. Y, para ello, necesitamos políticos que estén dispuesto a escucharnos y tomar medidas a nuestro favor y en contra de las organizaciones. No podemos hacer frente al poder financiero sin los políticos. Ellos nos necesitan y nosotros a ellos.


Con un gobierno liberal de derechas que priorice los intereses de las organizaciones frente a los del pueblo, eso nunca va a pasar.



Con un gobierno como este, sí es posible. Pero no depende solo de ellos. También de nosotros.


Entre nuestro lado y el de las corporaciones, necesitamos un gobierno en medio que esté dispuesto a escucharnos y a arrimar el hombro en nuestra lucha.


Este gobierno, con dos crisis globales recientes, ha demostrado que está dispuesto. Este es el mejor interlocutor posible. Y eso es muy importante.


No lo olvides. Nunca. Porque si lo olvidas...


... estamos vendidos.

domingo, 27 de febrero de 2022

EL ACCIONARIADO

 Así funciona el mundo:

Si un país invade a otro país, si ejerce cualquier tipo de acción belicosa contra él, debería ser bloqueado y, por ende, aislado económicamente del resto del mundo. Se han de ejecutar, por tanto, duras acciones económicas contra el país invasor.

Sin embargo, hacerlo tendrá repercusiones negativas contra las economías de los países sancionadores, ya que nos encontramos en un mundo económicamente interdependiente: la globalización. Así, por ejemplo España, y Europa en general, compra mucho petróleo y gas a Rusia, vende gran diversidad de productos a Rusia, y tiene empresas que hacen negocios en Rusia.

Estas repercusiones negativas en la economía de los países sancionadores serían fácilmente compensadas, repito: fácilmente compensadas, si los Estados, en situaciones de crisis como estas, que no afectan a Rusia y a Ucrania únicamente, sino a todos, intervinieran en el sector privado para paliar los efectos de la crisis repartiendo los ingresos de las organizaciones y fortunas que más beneficios obtienen, a través de fuertes subidas de impuestos y de control de los precios. Sería algo así como pedir (o exigir) a los tenedores de capital privado que arrimen el hombro, decirles que cuando las cosas van bien no pasa nada pero que cuando van mal tienen que ayudar a la sociedad que compra sus productos y servicios, repartiendo parte de sus beneficios en esa sociedad, y, por tanto, disminuyendo sus beneficios durante el periodo de crisis.

Esto ya de por sí es difícil. No, no es fácil imaginar a grandes empresarios y fortunas queriendo colaborar. Pero, sí que podríamos pensar que si la situación fuera muy complicada para todos  y el legislador se pusiera en su sitio, los magnates del mundo acabarían cediendo. Total, ya son multimillonarios, qué más les dará ganar menos millones, o incluso perder unos cuantos. ¡Si ya tienen dinero para muchas vidas!

Pues no, porque el mundo en el que vivimos es más complejo que eso. Resulta que las grandes empresas (las grandes tenedoras de capital) obtienen beneficios millonarios gracias a su capacidad de conseguir inversión. Gracias a los accionistas. Esta figura, el accionariado, es más compleja que la clásica figura del burgués capitalista con un sombrero que tiene el signo del dólar dibujado y que está fumando un puro. Un accionista puede ser tu vecino, tu amigo, tu padre. Un accionista suele ser una persona con dinero, sí, pero no tiene por qué ser tan rico, y mucho menos millonario. Puede ser una persona de clase media alta, o una persona de clase media media con unos ahorrillos. Y este personaje, el accionista, es una persona que ha metido su dinero en una entidad para verlo crecer y crecer y crecer. Lo que más que pueda crecer. Y si una empresa empieza a perder beneficios, o incluso solamente con que gane menos beneficios que el año anterior, el accionista ¡huye despavorido!, tomando su dinero y llevándoselo a otra empresa, o a otro país que no legisle en contra de sus acciones. Lo que pone en jaque al magnate empresario, que no quiere ver como su empresa desaparece, lo que ata de pies y manos al legislador, que no quiere provocar una fuga de capitales que signifique la pérdida de montones de empleos. Es así que, posiblemente, la figura del accionariado sea el eslabón más importante de la cadena.

Y este es el mundo que hemos creado y en el que vivimos. Un mundo cruelmente insolidario y competitivo, en el que ganar dinero, en el que seguir ganando dinero, está por encima de las muchas vidas humanas que se pueda llevar una guerra. Y quizá, pienso que quizá, para cambiar este mundo, no solo haya que poner el foco en el político y en el empresario (que también), sino en el vecino, en el amigo, en el padre. Para decirles que lo más importante, lo más más importante en el mundo, nunca debería ser el dinero, sino el amor.




jueves, 6 de enero de 2022

SOY ANTICAPITALISTA Y NO TENGO LA RAZÓN



Nuestra especie siempre ha estado enfrentada. Nuestros antepasado sapiens contra los neandertales (ganamos... y los extinguimos). Los cristianos contra los musulmanes. Los católicos contra los protestantes. Los comunistas contra los capitalistas. Los capitalistas de izquierda contra los capitalistas de derecha. Los del Barça contra los del Madrid y los del Betis contra los del Sevilla.


Sin embargo, ahora, en este momento de la vida, me doy cuenta, o me voy dando cuenta, de que no se trata de imponerse, no ya a través de la violencia, sino tampoco por medio de la razón. ¿Por qué he de vencerte yo con mis razones si, seguramente, tus razones son tan razonables como las mías?


Yo soy anticapitalista. Eso quiere decir que no quiero vivir en el modelo social, económico y político en el que vivimos. Quiero un modelo distinto. Pero mi modelo será malo y el tuyo será bueno, o al revés, en función de las preferencias de cada uno. Nos esforzamos, continuamente, e inútilmente, en decirles a los demás "Tú estás equivocado y yo tengo la razón, lo que yo pienso es lo mejor, y por tanto es lo único válido". Y los demás perciben e interpretan, acertadamente, que aquello que estás defendiendo no es La razón, sino Tu verdad, que es la mejor y más válida para ti pero no tiene porque serla para ellos. Y así es.


Quizá, la clave resida en dejar de decir "El mundo debe ser así porque yo tengo La razón" y empezar a decir "Yo quiero que el mundo sea así porque tengo estas prioridades".


Las personas que quieren un sistema capitalista y, más allá, una economía neoliberal, tienen sus propias prioridades: la libertad individual es la prioridad máxima. Las personas que, como yo, preferimos otro modelo, lo hacemos porque muy por encima de la libertad individual priorizamos la igualdad.


¿Y por qué habrían de existir personas, individuos, que priorizan la igualdad (un concepto que atañe al colectivo) frente a la libertad individual? "¡Nada hay más importante que la libertad individual!", pensarán los capitalistas. Piensan así no porque tengan razón o dejen de tenerla, sino por su interés. Su interés reside en que la libertad individual sea lo más sagrado porque si se protege ese interés obtienen otros intereses. Del mismo modo, yo, y como yo, pienso que muchos de los que queremos un modelo no capitalista, tenemos nuestros propios intereses, que resumo en dos:


1. Un interés altruista: priorizamos el bienestar de todos los humanos frente a nuestros propios intereses individuales. Es decir, nuestra prioridad no son los intereses egocéntricos (los que solo me interesan a mí) sino los que repercuten en toda la comunidad, como que se acaben el hambre y la pobreza de todos los seres humanos y el sufrimiento del resto de animales torturados. Y esto solo es posible conseguirlo priorizando la igualdad frente a la libertad individual.


2. Un interés personal: pensamos que en un modelo no capitalista cada uno de nosotros sería más feliz. Porque en un modelo no capitalista se priorizaría la colaboración frente a la competitividad (resultado: menos estrés), y la espiritualidad frente al materialismo, o el ser frente al tener (resultado: mayor fortaleza mental y emocional).


Antes os he dicho que soy anticapitalista. Ahora os digo que también soy psicólogo. Llevo más de veinte años estudiando la felicidad (y la infelicidad). Y estoy observando, junto a otros compañeros científicos como yo (no olvidemos que la psicología es una ciencia que estudia los procesos mentales implicados en la conducta del ser humano), que la venta de psicofármacos crece sin parar, que la demanda de atención psicológica se ha disparado, que los suicidios están aumentando cada día. Es decir, el sufrimiento (y la intolerancia al sufrimiento) se están cotizando cada vez más al alza. Y es probable que el modelo en el que vivimos tenga algo (o bastante) que ver.


Pero... puede que no. Puede que me equivoque. Y ahí reside, posiblemente, el quid de la cuestión: no se trata de vencerte con mis argumentos, sino de convencerte con mis preferencias. ¿Qué prefieres: competitividad o colaboración, materialismo o espiritualidad, libertad individual total o igualdad relativa global aunque esta implique algunas pérdidas de libertades individuales (que ya existen también, por cierto, en el modelo capitalista)?


Yo tengo muy claro cuáles son mis prioridades y preferencias. Y si consigo seducirte con ellas, genial. Y si no, pues mala suerte.


Pero... si un día, si un maldito día, son muchos más, muchos muchos más, los que coinciden con mi modelo que los que compartan el tuyo, entonces, la mala suerte para ti.