Si yo gobernara sería peor que Hitler porque enseguida ordenaría invadir los paraísos fiscales. La comunidad internacional ofrecería
entonces una imagen de mí como un peligroso dictador fascista y se
uniría en pos de mi derrocamiento, no para defender la paz mundial ni
mucho menos, sino los intereses de los mayores evasores fiscales de sus
respectivas naciones. Yo me defendería, claro, con parte del dinero
obtenido a través de los fondos de los paraísos fiscales compraría
armas, ejercitos, armamento nuclear... Me aliaría. Posiblemente sería el principio de la III Guerra Mundial. Y todo porque un tipo una vez intentó luchar contra la ilegalidad blindada y al servicio de los poderosos, y destruir los templos donde se guardan las recompensas de los usureros clandestinos, pero conocidos.
Si yo gobernara me matarían más rápido de lo que mataron a Kennedy, porque enseguida organizaría y pondría en marcha el plan estratégico
para una distribución equitativa del capital, con el fin de erradicar la
pobreza. Para ello destruiría la opulencia. Para ello pondría límites a
la avaricia humana. Y controlaría el sector privado, rebajaría los
sueldos de los directivos, aumentaría los impuestos a los que más
tienen, incluso pondría un techo de beneficios y de acumulación de
propiedades. Repartiría el dinero, el trabajo y los recursos. El
crecimiento económico de la nación iría subordinado a la subsistencia y calidad de vida mínima de las capas más bajas, porque serían éstas, a través del trabajo, las que tirarían de la economía. Por supuesto, esto equivaldría a recuperar los trozos del pastel que una vez se cortó y repartió de forma egoísta, dejando hambriento a muchos. Por supuesto, los poderosos, que son tiburones golosos, no lo permitirían durante mucho tiempo...
Si yo gobernara trataría de tener una vida la mitad de humilde que la que tiene José Mújica, presidente de Uruguay, el "presidente pobre". No ganaría más que los médicos o los maestros. Por supuesto, me encargaría de que los que hacen política conmigo, o en mi contra, tampoco ganaran más que yo. Y pondría todos los medios a mi alcance para frenar y acabar con la corrupción y el farragoso tráfico de influencias. Por supuesto, me quedaría muy solo.
Menos mal que no gobierno ni gobernaré nunca, y no habrá por tanto una nueva guerra mundial ni me matarán ni me quedaré solo. Porque los tipos como yo no alcanzan, salvo contadas ocasiones, el poder. Los tipos como yo vivimos gobernados por monstruos tan faltos de empatía como lo estaba Hitler, los tipos como yo vivimos gobernados por depredadores sedientos de dinero, los tipos como yo vivimos gobernados por gentes que priorizan su carrera política por encima de los derechos, necesidades y sueños de tipos como yo.
Y como tú.