"Si luchas, puedes perder. Si no luchas, estás perdido".


viernes, 1 de noviembre de 2024

EL CASO ERREJÓN


El caso Errejón es un caso más de una persona a la que la opinión pública ha juzgado, condenado y apaleado sin darle la más mínima posibilidad de defenderse.


¿Significa eso que Errejón es inocente? No. Significa que no lo sabemos. Significa que si es inocente o es culpable lo tienen que dilucidar los investigadores. Pero ya da igual. Sea inocente o sea culpable, ya se le ha castigado, el daño ya está hecho. Tanto a él como a su familia.


¡Pero si él mismo ha confesado! No. Él, tras conocerse las denuncias que estaban difundiéndose en X a través del hashtag #Errejón por la periodista Cristina Fallarás, y después de haber hablado con Yolanda Díaz, escribió una carta en la que se despedía de la política (obligado por sus compañeros de partido, claro, unos "compañeros" que también lo han condenado desde el primer momento y nunca han creído en su inocencia), y en la que explicaba someramente haber caído en actitudes machistas y de masculinidad tóxica. Nunca de agresión sexual. Luego, la presentadora Elisa Mouliaá, al ver en su casa la noticia de la carta de Errejón, le dijo a una amiga "¡Si eso me lo ha hecho a mí!", y decidió sumarse a los tweets y hacer una denuncia. Incluso Aída Nízar se subió al carro.


Y acaso, si hay tantas mujeres denunciando lo mismo, ¿¿¿debemos pensar que todas mienten y Errejón es inocente??? Si mienten o no mienten no lo sé, pero por muchas denuncias que haya sobre un mismo caso y acusando a la misma persona, eso no quita que se deba esclarecer la verdad. A mí me parece sospechoso que Mouilaá, años después de la supuesta agresión, se decidiera a denunciar justo ahora. Me parece sospechoso que varias de las mujeres que denuncian mantuvieran relaciones sexuales con Errejón ¡varias veces! Y sé que pierdo neutralidad al decir "me parece sospechoso", pero le han salido tantos linchadores a Errejón que por un aliado que tenga el pobre, tampoco pasa nada.


Sin embargo, no es este un post que escribo para defender a Errejón, pues poco se puede hacer ya en este sentido, ya os lo habéis cargado, al político y a la persona, y sobre vuestras conciencias caerá si al final se esclarecen hechos diferentes a los que habéis asumido sin ninguna oportunidad para la duda. Lo escribo para hacer pedagogía. Ya que a mí, y os aseguro que no soy el único, y aunque no me quite el sueño, sí que me da miedo que un día puedan destrozarme la vida por algo que no he hecho, que se me castigue injusta y desproporcionadamente siendo inocente.


En primer lugar, creo que se confunde muchísimo la expresión "creer a las víctimas". Si creemos a las víctimas dando por hecho que la que dice ser víctima es víctima y, por tanto, el agresor es agresor, nos cargamos la presunción de inocencia. Lo de creer a las víctimas surge porque antes, desgraciadamente, si una mujer, por poner un ejemplo, iba a comisaría a ponerle una denuncia a su marido por maltrato o agresión sexual, le decían "Anda, señora, váyase usted a su casa y arregle las cosas con su marido, que nosotros no nos metemos en los asuntos del matrimonio". Era vergonzoso, era injusto, era asqueroso. Producto de un patriarcado que existió y del que todavía quedan demasiados residuos. Por ello, siempre, ¡siempre!, hay que atender cualquier denuncia, darle las diligencias necesarias, proteger a la posible víctima sobre todo, ¡pero sin cargarnos la presunción de inocencia, por favor!


En segundo lugar, el sexo no es malo. El sexo duro, si ambas personas quieren hacerlo, no es malo. Reproducir escenas pornográficas, si ambas personas quieren hacerlo, no es malo. Esto tiene que quedar meridianamente claro. Porque si no, va a llegar un momento en que se equipare sexo a violación y deseo sexual a acoso sexual, ¡por dios! Cierto es que la comunicación es súper importante. Pero, en el caso de Errejón, hay ciertas actitudes que se están condenando (de manera un tanto inverosímil para mí) como violencia sexual, del tipo "Nos conocíamos de hace una hora y me encerró en una habitación y me metió la lengua y me sobó las tetas" (bueno, pues eso yo lo he visto después de una hora no, tras cinco minutos, y oye, años más tarde felizmente casados y no pasa nada), "puso condiciones a la relación" (¿no lo hacemos todos? ¿Por qué no le dijiste que no?), "no hubo ningún "¿qué tal?" ni miradas para testear que yo estaba bien" (¿hubo algún "esto no me gusta" por tu parte?). Más que agresiones sexuales me parecen situaciones desagradables (yo también he tenido experiencias sexuales desagradables y no por ello he culpado a la otra persona) y de malentendido que se podrían haber evitado o cortado con una simple palabra, "NO". ¿O están diciendo estas mujeres que Errejón las forzó? Yo no he escuchado o leído todavía esa palabra en ninguna de las denuncias.


En tercer lugar, somos humanos y nos equivocamos. Imaginemos por un momento que Errejón mantiene sexo del duro durísimo con una mujer, pensando que es totalmente consentido, ya que no ve en ella ninguna señal de oposición ni de estar pasándolo mal, pero que esta mujer, quizá por miedo, quizá por vergüenza, quizá por la losa del qué pensará y qué dirá, o por lo que sea, sí que lo está pasando mal, a pesar de no manifestarlo y de continuar de manera activa el encuentro sexual. Y después, más consciente de lo ocurrido, se siente mal consigo misma, culpable, y para poder cargar con esa culpa la comparte, o para purgarla en su totalidad decide culpar a su compañero sexual en esa escena, a pesar de que él solo estaba haciendo algo que le gustaba y que creía que también le gustaba a ella. Esta mujer, a partir de ese momento tiene dos opciones: una es hablar con el hombre y decirle cómo se ha sentido para que él sea consciente de sus errores, si los hubo, y del daño causado, y reprocharle no haber sabido leer la situación, no haber sido más empático y amable con ella, haciéndole responsable así del daño, pero también dándole una oportunidad para la explicación, para pedir perdón, dándose a sí misma también una oportunidad para el entendimiento, para perdonar, e incluso para la reconciliación, y lo más importante, facilitándose así, esta mujer, su propia paz mental y emocional, al haber sido capaz de defenderse y de reparar por sí misma su dolor. Al fin y al cabo, las relaciones humanas, y las relaciones sexuales dentro de ellas, implican que a veces nos vamos a hacer daño, aunque no queramos hacerlo. Así pues, como digo, esta mujer tiene esa opción, o bien...


... o bien tiene la opción, tres años después, aprovechándose de una serie de circunstancias, de publicar un tweet y formalizar una denuncia para hacer todo el daño posible a una persona que, quizá de manera involuntaria, la hizo daño en el pasado.


Cuánto rencor tiene el feminismo moderno.

domingo, 27 de octubre de 2024

ES UN PROBLEMA DE GENTE


Dice el artículo 47 de la Constitución española: "Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación".


Como otros derechos que se recogen en la Constitución, no se cumple. Pero es que, además, acceder  a una vivienda en España, algo tan básico como una vivienda y que es el elemento de base sobre el que construir un proyecto de vida, ya sea en régimen de alquiler o de compra-venta, no solo no se facilita, sino que es cada vez más difícil, y son muchos lo que no pueden y muchos los que, habiendo podido acceder, sufren de una presión económica incompatible con una vida digna y que favorece la aparición de la enfermedad mental.


¿Y esto por qué está pasando? Pues está pasando porque vivimos bajo el modelo socio-económico del neoliberalismo, que da libertad prácticamente total a los mercados, permitiendo los abusos especulativos, y que se cierra totalmente en banda al intervencionismo, aún cuando este vaya dirigido a frenar dichos abusos, dando así lugar a todo tipo de desigualdades sociales y económicas. Y pasa porque en España tenemos un partido que se dice de izquierda y que no lo es, es neoliberal, el PSOE, y que cuando gobierna nunca toma medidas intervencionistas que protejan a las clases trabajadoras del ansia devoradora de quienes quieren enriquecerse a toda costa sin importar el daño que provoquen.


Y pasa porque ellos, los que se quieren enriquecer a toda costa, no son solo las élites, también es tu vecino, el de al lado, ese que heredó un piso cuando se le murió la madre y lo pone en alquiler a 1000€ aún sabiendo que la mayoría de la gente no puede asumir ese coste de la vivienda, porque está obsesionado con sacarle el máximo beneficio económico a un activo financiero que nunca debería ser un activo financiero, sino un derecho, porque así lo dice la Constitución y porque es obvio que necesitamos casas para poder vivir, pero a él o ella, a tu vecino, se la pela, y no es banquero, no es empresario, no es terrateniente, es simplemente uno más.


Uno más de una sociedad narcisista y codiciosa, adicta al dinero, a lo material, al estatus y al ego, a la que solo le importa crecer en lo económico, pero no en lo personal, da igual si es de izquierda o si es de derecha, si es de clase alta o de clase media o baja, si tiene mucho o tiene poco... vivimos en un mundo de gente que se cree que la felicidad está en lo que se tiene y que para tener mucho está dispuesta a todo lo que sea legal (y en algunos casos ilegal), pero que no aplica la ética ni la moral a la hora de relacionarse económicamente con sus semejantes.


Pasa lo que pasa porque el problema de la vivienda no es un problema político y de turistificación (o no solo eso), es un problema de gente. Gente, la mayoría de la gente, que no es que no te vaya a ayudar si tú lo necesitas, sino que si ellos necesitan joderte la vida para estar mejor, lo van a hacer. Es iluso pensar que tras treinta años de neoliberalismo en España la mentalidad social no haya cambiado. El mundo es un campo de minas de hijos de putas... y va a reventar.


Quizá sea un buen comienzo la manifestación del 9N que hay en Málaga por la vivienda, que sucederá después de manifestaciones en Madrid, Barcelona o Tenerife, y que irá acompañada de otras muchas en Andalucía. Yo iré. Pero lo que evidente es que no será suficiente, y que si llega a ser algo, solo podrá ser el principio de algo.


Necesitamos articular un bloque de luchas organizado para la autodefensa, que plante cara a los abusadores, a los propietarios rentistas, a los vendedores especuladores, a las inmobiliarias y a los políticos que se alinean con ellos, para confrontarles directamente, para decirles, mirándoles a los ojos, que sus actos de abuso tienen consecuencias y, como tienen consecuencias, exigirles que bajen de inmediato los precios de los alquileres y de las ventas de las viviendas si no quieren que las consecuencias les exploten en la cara. No ha habido conquista en la historia de las luchas que no se haya logrado poniendo en juego la paz social.


No ha habido conquista en la historia de las luchas que no se haya logrado poniendo en juego la paz social.


Compañeros, compañeras... ha llegado la hora de reventar el campo de minas.

domingo, 5 de mayo de 2024

UN PSICÓLOGO NEURÓTICO CONTRA EL NEOLIBERALISMO



Muchos de los que me leéis quizá ya me conozcáis y otros no. Para los que no, me presento: soy David Salinas, psicólogo, de Málaga (España).


Dada mi profesión, sé de la importancia de detectar las causas de un trastorno (no suele haber una, sino que son múltiples y complejas), para establecer un tratamiento. Los psicoanalistas se pueden pasar toda una vida con un paciente en busca de este fin, hurgando en la infancia y en los traumas, pues consideran que cuando la persona es capaz de construir un relato que le facilita entender el motivo de su sufrimiento, sana.


En la sociedad actual, en la que todos estamos enfermos (el número de trastornos de ansiedad y depresión cada vez es mayor, son más los pacientes que van a profesionales de la salud mental y muchas más las personas que se medican con psicofármacos, sobre todo en España, y cada vez hay un mayor conceso sobre la afirmación de que vivimos en "una sociedad enferma"), la mayoría de la gente está muy desconectada de un relato explicativo y, por ende, de entender el origen de su sufrimiento.


Y eso es, en parte, porque se nos ha intentando vender la película de que si estás mal es porque algo tienes (causas biológicas) o algo te ha pasado (has tenido una mala vida: traumas) o algo malo has hecho (no has sido lo suficientemente fuerte y te has roto). Es decir, la causa de tu mal es puramente individual. Es decir, un relato que casa estupendamente bien con el individualismo de la era neoliberal. 


Sin embargo, el modelo de salud mental actual es un modelo biopsicosocial. A cómo haya nacido el individuo y a lo que le haya pasado y a lo que haya hecho, deberíamos sumar también la pregunta: ¿qué le hemos hecho todos? O qué estamos haciendo tan mal para que habiendo, supuestamente, crecimiento económico, las personas seamos cada vez más infelices.


Para contestar a esa pregunta, hay que construir un relato. Y para construir ese relato, al igual que los psicoanalistas, tendremos que viajar al pasado.


Hoy día, muy poca gente que conozco sabe lo que significa la palabra "neoliberalismo". Lo cual es bastante preocupante, partiendo de la base de que el modelo económico actual en el mundo globalizado  es el neoliberal, y que este condiciona nuestro estilo y condiciones de vida. De ahí esa desconexión con nuestro relato de la que hablaba antes.


El neoliberalismo o también llamado "capitalismo egoísta" es una doctrina económica que ya empezó a aplicarse a modo de ensayo en algunos "países laboratorio" de Latino América, como Chile, y que tuvo su auge en los años 80 con las administraciones de Thatcher en Reino Unido y de Ronald Reagan en USA, convirtiéndose en el paradigma predominante a nivel político, económico e incluso social, hasta hoy. Aboga por la libertad económica y el libre mercado, apoyándose para ello en la desregularización y en la privatización. Los neoliberales no quieren un "Nanny State" (Estado niñera) que coarte la capacidad del individuo para desarrollarse, y en cambio defienden que los mercados tienen, por sí mismos, sin intervención del Estado, la capacidad de autorregularse y potenciar el crecimiento económico, contribuyendo así a la mejora de la calidad de vida de todas las personas.


Suena bonito lo que dice el dictado liberal. Pero, ¿sabéis qué suena más bonito? Las palabras de los intelectuales. ¿Por qué coño no se nos escucha a los intelectuales más? Y por intelectuales me refiero a científicos, psicólogos, sociólogos, filósofos, historiadores, escritores, investigadores... Estos, nosotros, tenemos la capacidad de ver el mundo. De ver cómo somos y por qué. Os ofrecemos un relato bastante creíble.


Hace poco más de un año empecé terapia. Como paciente, quiero decir. Tuve una crisis bastante chunga, así que acudí a Laura, mi psicoterapeuta (actualmente lo sigue siendo), y me ayudó un poco a que me salvara la vida. Yo le dije a Laura que soy neurótico (los neuróticos somos personas casi siempre en alerta, nos cuesta relajarnos, así que nos preocupamos bastante) y ella no me dice ni que sí ni que no, huye de las etiquetas. Pero un día me dijo que yo veía el mundo, que tengo esa capacidad. Los neuróticos tienen cosas malas, pero también buenas: como pensamos tanto, somo más analíticos, y capaces de obtener un mayor número de razonamientos y sacar más ideas creativas. Por eso pienso que entre los intelectuales, pensadores, investigadores y creadores, debe haber mucho neurótico.


El caso es que, ojito conmigo, porque yo os veo. Os vemos. Y somos capaces de construir el relato de lo que ha sido el capitalismo en estas algo más de cuatro décadas de doctrina neoliberal. Y cómo nos ha jodido la vida a todos.


En los años 50, 60 y 70, en España, a pesar de vivir en una dictadura postguerra, un trabajador podía, con relativa facilidad-dificultad, comprarse una casa, pagarla en unos diez años y criar, con la inestimable colaboración de su mujer, por supuesto, una familia numerosa. Tenía trabajo estable. Solo entraba un sueldo en el hogar. Con suerte, y ahorrando, podrían comprar una vivienda más y destinarla a uso vacacional o al alquiler para conseguir ingresos extras. No es coña. Mis abuelos era trabajadores de clase media baja, ella era limpiadora del Materno de Málaga, él administrador de comunidades, limpiaban bloques ambos, ahorraban muchísimo porque apenas tenían gastos (no eran de bares, y discotecas en su época no había), y entre los dos consiguieron comprarle el piso a tocateja a mi madre y a mis dos tías. 


Algo así, hoy día, es impensable. Actualmente, gracias al neoliberalismo, que sacia las ansias infinitas del mercado de más flexibilidad laboral en aras de una mejor competitividad y una mayor productividad, la precariedad laboral es un hecho más que consumado, al igual que el excesivo incremento del precio de la vida, muy por encima de las subidas salariales. Consecuencias: tardamos más en emanciparnos, quien lo consigue, vivimos más asfixiados económicamente, y con la soga al cuello en muchos empleos que no contienen seguridad alguna.


Y en un contexto como este, en el que la incertidumbre económica y laboral es mayúscula, y en el que la presión económica es altamente abusiva (ejemplo claro: la vivienda, un bien de primera necesidad con el que las personas además iniciamos proyectos de vida, y que hoy se ha convertido en un objeto de lujo de muy difícil acceso), con estas condiciones ambientales, ¿se nos pide que nos mantengamos sanos mental y emocionalmente? "No te rompas". Se rompió hace poco el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, por la presión incesante de la oposición (oposición ultra neoliberal, por cierto), ¿no nos vamos a romper nosotros que no vivimos en el palacete de La Moncloa ni poseemos la seguridad económica y laboral que él sí tiene? 


Estamos agobiados y estamos deprimidos, y es normal. Y la culpa, el motivo, es claramente social: es el neoliberalismo. Las personas, los seres humanos, sí necesitamos de un "Nanny State", no para que nos coarte nuestra capacidad de desarrollo individual (esta se puede estimular, reforzar, dentro de un modelo que implique mayores medidas sociales), sino para que nos proteja, para que nos apoye, para que nos cuide.


Las personas somos tribu. Somos animales racionales y sociales. Desde siempre, hemos necesitado a la comunidad para salir adelante, porque solos es más difícil. En el modelo neoliberal, "el individuo" (entiéndase que para ellos, para los neoliberales, somo individuos, no personas ni seres humanos, más bien individuos que producen y consumen, fin), se las puede apañar solo. Es un sistema altamente individualista que propaga la competitividad y el "sálvese quien pueda", en oposición al cooperativismo y la filosofía comunitaria de sistemas más sociales. En este contexto, las personas se sienten más solas y desprotegidas frente a un mercado económico y laboral que, encima, es cada vez más hostil y depredador. Sálvese quien pueda y nunca mejor dicho.


Por nuestra salud y por nuestra felicidad, y, que no es poco, también por el bienestar de los animales (la consciencia sobre el sufrimiento animal ha crecido enormemente porque ahora sabemos que los animales son seres sintientes que sufren emocionalmente), por la supervivencia del planeta (el neoliberalismo aboga por un crecimiento económico indefinido, lo cual es una idea absurda, totalmente incompatible con la naturaleza finita de los recursos de nuestro entorno), y por una cuestión de justicia social (el crecimiento económico ha aumentado en las últimas décadas neoliberales, pero también lo ha hecho la desigualdad; se crece económicamente, pero se lo llevan casi todo cuatro hijos de puta...), hemos, por todo ello, tomar consciencia de lo que nos ha pasado y nos pasa, entender el relato, y construir uno nuevo. Cambiar, de una vez, el modelo económico-político-social liberal, un paradigma que es totalmente tóxico y mortal para la salud y bienestar de las personas y de los pueblos.


Quizá solo haga falta, para ello, volver a los 50-60-70, cuando el modelo económico preponderante era la social democracia, y sí que había un Estado (y Estado somos todos, no solo los políticos y los burócratas, Estado = tribu) más proteccionista con la clase trabajadora. Quizá haya que abrazar el brazo de la hoz. Quizá haya que inventarse algo nuevo. O quizá todo empiece por recuperar esa consciencia y ese movimiento obrero que nos llevó a tantos avances sociales y que con la era del hiper individualismo neoliberal se ha difuminado entre tanta pantalla LED y tanta macro red de estímulos cibernéticos.


En relación a esa pérdida de la consciencia de clase (hoy todo el mundo quiere ser de clase media, que suena más "limpio" que clase obrera y, además, otorga la ilusión de que un día se pueda pertenecer a la clase alta), hay que tener en cuenta que, no lo olvidéis, "os veo", y sé, como buen psicólogo que soy (o eso es lo que intento), que, por supuesto, la cultura predominante nos cambia la escala de valores predominante. Hoy día, afortunadamente, todavía quedamos mucha gente que prioriza la igualdad social de los sistemas más colectivos frente a la libertad individual del neoliberalismo. Pero eso no significa que la libertad esté en juego, sino que entendemos que la libertad ha de ejercerse con responsabilidad. ¿Y qué responsabilidad hay en cargarte la felicidad colectiva de tu comunidad para llenarte los bolsillos de billetes? La igualdad y la libertad son compatibles; pero es necesario sacrificar parte de nuestra libertad (para que no podamos hacer lo que nos dé la gana sin importar qué efecto tenga en el prójimo; para no convertirnos en unos capitalistas egoístas como los neoliberales), en pos de construir una sociedad más igualitaria, más amable y, gracias a ello, más feliz, ya que, enterémonos de una puta vez, la felicidad es un constructo social, no individual. Se es feliz cuando se está en un entorno feliz. Pues, teniendo en cuenta esto, digo, hemos de ser conscientes de que una consecuencia lógica del neoliberalismo es que cada vez hay más personas más egoístas. Y que, a fin de cuentas, no se trata tanto de una lucha de razones (mis razones son más razonables o lógicas que las tuyas) como de preferencias. Claro que el neoliberalismo funciona: funciona si te importa una mierda cómo les vaya a los demás mientras a ti te vaya bien. En una lógica narcisista (y hoy hay mucho de eso, porque somos lo que mamamos, y hemos mamado neoliberalismo durante demasiado tiempo), ese razonamiento es indestructible. La clase obrera, la renacida clase obrera (o eso espero) no debe entrar en un debate de "tenemos la razón", sino en una lucha de intereses: debemos saber bien lo que nos interesa y luchar a hierro por ello.


Nos interesa volver a una sociedad de cuidados, en la que nos sintamos protegidos, en la que la convivencia (y con ella, las relaciones laborales y económicas) sea más amable. Nos interesa estar sanos íntegramente (física, mental, emocional y socialmente). Y sabemos bien cuál es el camino para ello. Porque, ahora sí, tenemos nuestro relato.


Solo un apuntes más: ¿y no será todo esto una manipulación izquierdista y, en realidad, el neoliberalismo no es tan malo? Después de todo, desde los 80 para acá, ¿la calidad de vida no ha mejorado?


Es una  buena pregunta, fácil de contestar. En primer lugar, como apuntaba antes, el crecimiento económico y la mejora de la calidad de vida se han dado de manera muy desigual. Si miramos a nivel global, el mundo desarrollado es muy pequeño en comparación con los muchos países subdesarrollados que existen y las miles de millones de personas en situación de pobreza o en riesgo de. Pero es que, además, en los países sí desarrollados, en los más ricos, también se da esa situación de desigualdad. Una desigualdad que además crece por la propia inercia acaparadora del neoliberalismo (el capital acaba cada vez más en manos de unos pocos). En la primera potencia económica del mundo, Estados Unidos (con el permiso, además declarado, de China), hay más de seiscientos mil homeless (se marcó récord en 2023) y muchísimos trabajadores que no pueden pagar una cobertura médica. En Cuba, por cierto, ninguno. En España, tras los restos de la crisis de 2008, todavía hay muchísimas personas que van a comedores sociales, que están esperando un desahucio, que son pobres energéticos... Estos datos de pobreza y desigualdad puede que no importen un pimiento a los neoliberales narcisistas y faltos de empatía, como por ejemplo Ayuso, la presidenta de la Comunidad de Madrid, que afirma sin rubor que la justicia social es un invento de la izquierda. Pero a nosotros sí que nos importan, y mucho.


En segundo lugar, hay que tener en cuenta dos factores. El primero, el incremento incesante de la población. Desde los años 80 hasta hoy, la población mundial ha crecido muchísimo, y en España, gracias en gran parte al movimiento migratorio, también. Esto ha llevado a un incremento de la actividad económica, claro. Si hay más gente, hay más para vender, hay más para producir, se recibe más turismo, se crean más proyectos innovadores porque hay más cabezas pensantes... El segundo factor es que hemos de ser conscientes, contemporáneos, de la gran revolución que hemos vivido. En la historia de la humanidad ha habido tres grandes revoluciones económicas: la revolución agrícola, la revolución industrial y la nuestra, la revolución tecnológica. Ordenadores primero, luego internet, después móviles y smartphones, ahora la IA y la robótica... Todo ello ha facilitado un mundo comercialmente globalizado, como nunca antes, y un desarrollo económico sin precedentes. Y, sin embargo, ¿os imagináis cómo hubiera sido este auge tecnológico bajo el amparo de un sistema económico social? ¿Se hubiera repartido de una manera más equitativa el aumento de los márgenes de beneficios? ¿Estaríamos hablando del fin de la pobreza y la desigualdad? ¿Quizá trabajaríamos menos y tendríamos más tiempo para dedicarlo a nuestras familias, amigos y proyectos personales?


Para acabar ya, y en relación a esta última pregunta, otra consecuencia cultural del neoliberalismo y, por tanto, mental (lo cultural, la consciencia colectiva, acaba incidiendo en la mentalidad de cada uno, obvio), es que se asocia la felicidad con el acceso a bienes y servicios. Si tienes poder adquisitivo, eres feliz, y mientras más poder económico tengas, más feliz serás. De nuevo, qué importante es escuchar a los intelectuales, a los que sabemos del tema, no porque seamos más listos, sino porque hemos estudiado, investigado y dedicado horas de mucho análisis y reflexión al objeto de estudio: la felicidad no es una cuestión ni de dinero, ni de poder, ni de estatus, ni de puto ego narcisista. Quien no tiene suficiente dinero para hacer frente a una vida segura y tranquila, sufre; quien lo tiene, no sufre, siempre y cuando se den otras condiciones. Somos felices cuando nuestro entorno lo es, como dije antes, cuando nos sentimos seguros y protegidos porque disponemos de una tribu que nos apoya y nos acompaña, y cuando somos capaces de hacer cosas que son coherentes con nuestra escala de valores, es decir, cuando nos sentimos bien haciendo lo que hacemos, o viviendo como vivimos, porque percibimos que es bueno.


Nos sentimos bien cuando sentimos que estamos haciendo el bien. Hoy, en un sistema neoliberal, en un modelo de capitalismo egoísta, nadie se siente bien, muchos porque sobreviven ("sálvese quien pueda") y otros porque son adictos al dinero, al estatus y al ego, inconscientes de que nada de eso les hace realmente felices. Hasta que un día, nuestro puño en alto les haga despertar de su sueño yonqui y se estrellen de bruces contra sus consciencias todavía aletargadas...


... o con nuestro puño en sus narices y nuestro grito de rabia exigiéndoles ¡¡¡FELICIDAD!!!