Como otros derechos que se recogen en la Constitución, no se cumple. Pero es que, además, acceder a una vivienda en España, algo tan básico como una vivienda y que es el elemento de base sobre el que construir un proyecto de vida, ya sea en régimen de alquiler o de compra-venta, no solo no se facilita, sino que es cada vez más difícil, y son muchos lo que no pueden y muchos los que, habiendo podido acceder, sufren de una presión económica incompatible con una vida digna y que favorece la aparición de la enfermedad mental.
¿Y esto por qué está pasando? Pues está pasando porque vivimos bajo el modelo socio-económico del neoliberalismo, que da libertad prácticamente total a los mercados, permitiendo los abusos especulativos, y que se cierra totalmente en banda al intervencionismo, aún cuando este vaya dirigido a frenar dichos abusos, dando así lugar a todo tipo de desigualdades sociales y económicas. Y pasa porque en España tenemos un partido que se dice de izquierda y que no lo es, es neoliberal, el PSOE, y que cuando gobierna nunca toma medidas intervencionistas que protejan a las clases trabajadoras del ansia devoradora de quienes quieren enriquecerse a toda costa sin importar el daño que provoquen.
Y pasa porque ellos, los que se quieren enriquecer a toda costa, no son solo las élites, también es tu vecino, el de al lado, ese que heredó un piso cuando se le murió la madre y lo pone en alquiler a 1000€ aún sabiendo que la mayoría de la gente no puede asumir ese coste de la vivienda, porque está obsesionado con sacarle el máximo beneficio económico a un activo financiero que nunca debería ser un activo financiero, sino un derecho, porque así lo dice la Constitución y porque es obvio que necesitamos casas para poder vivir, pero a él o ella, a tu vecino, se la pela, y no es banquero, no es empresario, no es terrateniente, es simplemente uno más.
Uno más de una sociedad narcisista y codiciosa, adicta al dinero, a lo material, al estatus y al ego, a la que solo le importa crecer en lo económico, pero no en lo personal, da igual si es de izquierda o si es de derecha, si es de clase alta o de clase media o baja, si tiene mucho o tiene poco... vivimos en un mundo de gente que se cree que la felicidad está en lo que se tiene y que para tener mucho está dispuesta a todo lo que sea legal (y en algunos casos ilegal), pero que no aplica la ética ni la moral a la hora de relacionarse económicamente con sus semejantes.
Pasa lo que pasa porque el problema de la vivienda no es un problema político y de turistificación (o no solo eso), es un problema de gente. Gente, la mayoría de la gente, que no es que no te vaya a ayudar si tú lo necesitas, sino que si ellos necesitan joderte la vida para estar mejor, lo van a hacer. Es iluso pensar que tras treinta años de neoliberalismo en España la mentalidad social no haya cambiado. El mundo es un campo de minas de hijos de putas... y va a reventar.
Quizá sea un buen comienzo la manifestación del 9N que hay en Málaga por la vivienda, que sucederá después de manifestaciones en Madrid, Barcelona o Tenerife, y que irá acompañada de otras muchas en Andalucía. Yo iré. Pero lo que evidente es que no será suficiente, y que si llega a ser algo, solo podrá ser el principio de algo.
Necesitamos articular un bloque de luchas organizado para la autodefensa, que plante cara a los abusadores, a los propietarios rentistas, a los vendedores especuladores, a las inmobiliarias y a los políticos que se alinean con ellos, para confrontarles directamente, para decirles, mirándoles a los ojos, que sus actos de abuso tienen consecuencias y, como tienen consecuencias, exigirles que bajen de inmediato los precios de los alquileres y de las ventas de las viviendas si no quieren que las consecuencias les exploten en la cara. No ha habido conquista en la historia de las luchas que no se haya logrado poniendo en juego la paz social.
No ha habido conquista en la historia de las luchas que no se haya logrado poniendo en juego la paz social.
Compañeros, compañeras... ha llegado la hora de reventar el campo de minas.